Todo se acaba
Nada se consuma.
No existe cosa, ni evento
Que escape a su naturaleza finita
A su irremediable desaparición.
Y el hombre en su afán de permanecer
Sufre ante esta realidad que lo azota.
Todo encuentra su fin
Nada se realiza.
No hay momento que perdure por siempre
No hay amor que se mantenga indemne
En la eternidad;
Para siempre
Aún para nosotros, no
existe.-
¡Ay nena!
¿Cómo se te ocurre que te voy a olvidar?
El olvido es propiedad exclusiva
De ladrones, estafadores, asesinos y
despistados
Que necesitan purgar sus penas y enjuagar sus
almas.
Y además de no poder olvidarte
Jamás podré dejar de recordarte
Porque a pesar que no sos mi propiedad
exclusiva
(ni yo tampoco)
ese pequeño detalle no cambia el sentimiento
que existió, que nos unió
que invadió nuestras vidas
que finalmente se convirtió
en la propiedad exclusiva
de los dos.
Y creí que cambiarías de opinión
De
forma de ver las cosas
Pensé
que el tiempo
Y los
golpes expertos de la vida
Te
harían madurar.
Hasta
sospeché
Un
cambio interno
Que
iniciaría el camino de una apertura
De tu
corto criterio
Una
ampliación
De tu
escueto abanico
De
opiniones insulsas.
Y
debo reconocer que me ganaste
Por
un amplio margen
Pues
sigue siendo aún
Imposible
discutir con vos
Imposible
hablar.
Pensé
que me importaba tu opinión
Respetaba
tu palabra
Convencido
que cambiaría con el correr
De
los años.
Y
ahora caigo en la cuenta
Que
nunca te interesó ser justo
Ser
imparcial.
Nunca
creíste necesario
Considerar
a los demás
Como
iguales
Ponerte
a nuestra altura
Es un
sacrificio atroz
Para
alguien que piensa que ocupa
El
ombligo del mundo
Por
eso
Ahora
estás solo
Nadie
te escucha
Nadie
cree en vos
Pues
sos irreal
En un
mundo
Donde
lo terriblemente real
Deja
marcas indelebles
En gente como uno.
En su contorno está la armonía
sobrevive en esa superficie
de terciopelo y carmín furioso
en su transparencia monacal
estaba el tremendo fulgor
que erizaba y aún lo hace, mi temor.
Qué de carne que somos, qué débiles.
De no saber escuchar a la cordura
de no prestar atención a esas señales
más contundentes que una paliza
de orcos trasnochados por algún estimulador,
más visibles que la cola de un cometa
tropecé y mordí la dimisión
me hice débil, dependiente otra vez.
En la memoria no guardo nada más que una foto
que registra su pícara sonrisa
bajando por una escalera de color sangre
todo lo demás quedó enterrado
indefectiblemente.
bajo un manto de cotidianeidad.
Sintonicé la radio en FM,
Subí
el volumen al máximo
Y sin
desearlo escuché nuestro tema
Que
inundaba mi cuarto
En
profundas e hirientes,
Ignotas
musicales.
Me
tiré sobre las sábanas
Mi
mente rotando incansable
Del
más agradable éxtasis
Hasta
unas irreprimibles
Ganas
de lágrimas vivas.
Y de
pronto,
Como
salido de un sueño ajeno
Escuché
tu voz
Que
imperiosa gritaba,
Que
dulcemente susurraba mi nombre.
La
radio, ahora molestando
Vendía
pan dulces y sidras
Me
impedía poder saber de donde
Venía
ese dulce y agradable llamado
Y
abrí los ojos,
Muy
despacio, como acariciando
Como
disfrutando el movimiento
Alcancé
a percibir
Entre
grises brumas y sombras
Tu
rostro
Tantas
veces acariciado,
Tu
pelo perfumado
Y ya
no necesité del aire para vivir.
Lejos,
Muy
lejos
La
radio aún anunciaba
El siguiente tema.
